9.01.2006

Cuestion de Fe.


“ El perro estaba revolviendo basura buscando algo que comer. Quise acercarme y ofrecerle mi ayuda pero él se echó a correr…!!! ”
Ataque 77 (El Perro).

El ser humano aspira a querer y ser querido o sea, a ejercer el derecho de propiedad que el amor justifica y aceptar sobre sí, ese ejercicio de otro. El ser humano no se diferencia en eso de los perros. ¿Sabe acaso su nombre antes de que alguien lo llame? ¿No siente, él, muy estrechamente cercado, la tentación de huir y de perderse y de recomenzar? ¿No le quema al aislado el deseo de un amo a quien servir? ¿Qué es más humano: la necesidad de otro que tiene de mí, o mi necesidad del otro? No; el ser humano no se distingue en esto de los perros.Se me ha encogido frecuentemente la sensación ante lo evidente de un perro vagabundo. El humano disimula su soledad: sólo después de un rato -salvo una ansiosa expresión en los ojos- nos damos cuenta que el humano a nadie pertenece, a nadie ha de rendir explicación de su tardanza, de su quehacer, de su añoranza o de su gozo. El humano acostumbra acorazarse ante los demás hombres, y acaso eso es lo que lo asola y entristece. Pero en el perro queda tan clara la ausencia de un dueño. Qué prisa aparece por las ciudades y los descampados. Como si también él quisiera fingir una urgente cita con alguien, a quien consume la impaciencia de acariciarlo. O como si olfatease la proximidad de una mano tendida. O como si, con su apresurado desasosiego, aspirase a cubrir el oscuro agujero que es la vida sin sentido, la vida que se vive sin dedicarla a nadie.Esta tarde recuerdo los perros sin nombre y sin collar que he visto. En las estaciones de los buses interprovinciales, por las aceras, cruzando las pistas, en los grifos, en las playas. Casi siempre entre las piernas de los hombres, alzando su pura mirada para encontrar unos ojos que se detengan sobre los suyos por un segundo más de lo corriente; irguiendo las orejas por si una voz pronuncia una palabra anteriormente oída, una palabra que devuelva a su confusa memoria el eco de una casa, de un rincón, de un plato, de una simpatía. Estos días recuerdo a los perros que me han seguido con el vago ofrecimiento de su amistad y la vaga esperanza de encontrar en mi afecto un lugar desocupado. Los perros solos por el ancho y desentendido mundo nuestro: algunas cojos por su continuo atravesar la carretera, humildes, casi humanos, casi censados ya, casi familiares, pero aún vagabundos. Perros exterminados por mandato de autoridades imbéciles; perseguidos por laceros que viven del precio de la muerte: degollados por la gratuita crueldad; ahorcados por el salvajismo; crucificados en alambre de espinos por el resentimiento; amontonados en infectos corrales antes de recibir la última herida. Pienso en esta tarde en la forma que les llegó la muerte: como una niebla que se espesa, que va envolviendo el dolor inexplicable, que cofunde las manos que lo matan con las que habían de traerles la primera ternura. No eran de nadie. No los lloró nadie. Estorbaban. Fueron eliminados. Pasaron entre nosotros acechando un hueso. Sobrevivieron un tiempo lento y breve ala vez. Estuvieron marcados por la busca y la huida. Nadie es, en este asunto, responsable de nada. Eran tan sólo perros vagabundos…!!!